Principalmente tenemos que diferenciar entre un origen traumático y un origen no traumático:
- Si el origen es traumático nos referimos a que hemos recibido un traumatismo directo en la rodilla, una torsión excesiva a nivel de la rodilla cuando el pie está fijado en el suelo y giramos el tronco, un golpe, o nos hemos caído sobre la rodilla. En estos casos se puede producir:
– una simple contusión
– una lesión ligamentosa
– una lesión meniscal
– una lesión ósea (fractura)
- Si el origen no es traumático nos referimos a que la rodilla puede doler por cualquier otra enfermedad que curse con signos y síntomas articulares como los procesos degenerativos (artrosis) o reumáticos, o que la rodilla presente dolor porque a distancia se ha producido un desajuste que influye negativamente sobre la misma. Y vamos a poner varios ejemplos:
- Un esguince en el tobillo desencadena una serie de cambios mecánicos en las articulaciones del tobillo y el pie, entre ellas una disfunción anterior de la tibia. Esta misma disfunción puede hacer que la parte proximal de la tibia, a nivel de la rodilla, no trabaje bien mecánicamente y acabe produciendo dolor o limitación de movilidad en la misma.
- Una disfunción pélvica, de la articulación sacroilíaca, en rotación posterior, pone en tensión el músculo recto anterior del cuádriceps, que se inserta en la rótula y los llamados músculos de la pata de ganso (recto interno, sartorio y semitendinoso), que se insertan en la cara interna de la rodilla. Esta puesta en tensión muscular puede hacer que aparezca dolor en la cara superior de la rótula o en la cara interna de la rodilla.
- El nivel vertebral lumbar L3 gobierna, entre otras cosas, lo que llamamos el viscerotoma y que en este nivel corresponde a los ovarios. El mismo nivel L3 gobierna el dermatoma, es decir la sensibilidad dérmica, en la cara interna de la rodilla. Por tanto, es probable que una fijación articular de L3 provoque una facilitación de este nivel vertebral y una alteración en la sensibilidad de la cara interna de la rodilla. Del mismo modo una disfunción del ovario puede producir dolor en la cara interna de la rodilla.
Por tanto, cuando acude a nuestra consulta un paciente al que le duele la rodilla nuestra actuación va dirigida a diagnosticar bien el problema, porque si el diagnóstico es correcto el tratamiento será eficaz.
Primero se valora si se trata de un proceso traumático o no traumático:
- Si es traumático utilizamos los tests ortopédicos de rodilla que nos ayudan a determinar si la lesión está en los ligamentos, en los meniscos, en la cápsula, en la rótula, en la musculatura, etc.
- Si no es traumático nuestro objetivo es averiguar donde está el origen del problema, dónde está la causa que desencadena el dolor de rodilla. La rodilla es la articulación intermedia del miembro inferior y está influenciada desde abajo por el pie y desde arriba por la cadera y la región lumbopélvica. Por tanto valoraremos la movilidad del pie y el tobillo, de la cadera y de las articulaciones sacroilíacas buscando hipomovilidades.
En cuanto al tratamiento no sólo hay que manipular las articulaciones fijadas, hay que hacer un buen trabajo muscular (técnicas de stretching, técnicas de inhibición de los músculos espasmados, técnicas de tonificación de los músculos hipotónicos,…), trabajo meniscal (técnicas de liberación de los meniscos), técnicas de bombeo ligamentoso, técnicas que potencien la revascularización del cartílago rotuliano, técnicas articulatorias para mejorar la función articular y capsular, técnicas fasciales, técnicas de trabajo neuromeníngeo,etc.
Abordamos el trabajo de la rodilla también con electrolisis percutánea músculo-esquelética ecoguiada, principalmente si el problema está en el tendón (rotuliano o cuadricipital).
Si el origen es visceral hay que tratar los ovarios utilizando técnicas de osteopatía ginecológica para normalizar la función ovárica.
De esta forma podremos trabajar de manera global al paciente para abordar integralmente el problema y obtener el mejor resultado y el más duradero.